Al subir al cielo, Ella aumentó la dicha de quienes la habitan

15 agosto
– Asunción de la Virgen María


La Virgen gloriosa, al subir al cielo, aumentó considerablemente la dicha de quienes la habitan. Ella es aquella cuyo saludo es suficiente para estremecer a los niños, aun en el vientre de sus madres (Lc. I, 41).

Si el alma de un niño no nacido fue sacudida de alegría en cuanto María habló, uno puede imaginarse lo que experimentarán los habitantes de los cielos que tuvieron el privilegio de oír su voz, de contemplar su rostro y sentir su presencia.

Para nosotros, queridos hermanos, ¿cuál será el gozo que su Asunción nos ofrecerá?

(...) Debemos participar en las celebraciones y, en particular, a ese torrente de alegría que, en este día, inunda la ciudad de Dios y del que sentimos caer sus gotas sobre nuestra tierra. Nuestra Reina se ha marchado antes que nosotros, y ha recibido una acogida tan maravillosa que con toda confianza, nosotros sus humildes servidores seguir los pasos de nuestra Soberana, exclamando con la Novia del Cantar de los Cantares: Te seguimos, corremos el olor de tus perfumes (Ct.1, 3).


San Bernardo

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Dios te salve, Maria, llena eres de gracia,
el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amen.