El rosario cayó sobre el pecho de un joven húngaro, calvinista.


19 octubre

– Italia: Nuestra Señora de la abadía de Vezzolano (1226)





 1615, en Glasgow (Escocia), el célebre misionero jesuita San Juan Ogilvie subió al patíbulo, por  el "delito" de ser sacerdote católico.

 En esta hora suprema, de pie en el estrado desde el que podía ver a miles de espectadores, y  deseoso de dejarles  un recuerdo, así como una muestra de la fe por la que se sentía feliz de  morir, cogió el único objeto que le quedaba, un rosario, y lo arrojó con fuerza en medio de la multitud.

 Fue entonces cuando el rosario le cayó en el pecho a un joven húngaro, calvinista, John Heckersdorff, que hacía un viaje de estudio y de paseo, y ese día, por azar se encontraba en Glasgow. Él se sintió profundamente turbado.

El recuerdo de este rosario le perseguía por todas partes, hasta el día en que abjuró de la herejía en Roma, a los pies del Santo Padre. Él declaró un sinnúmero de veces, hasta su muerte, que su conversión la atribuía a ese rosario. ¿Quién podría imaginar el poder que ejerce sobre el alma de un pecador un símbolo de fe tan simple como éste?




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Dios te salve, Maria, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amen.