María tenía el sentido de la paz y también el de la armonía. (…) Pero
conocía sobre todo el arte de las relaciones humanas. Y ese arte lo
ejercía con la paciencia unida a la mansedumbre. De manera que cuando se
encuentre en dificultad, acuda a la Madre de Dios, pídale su consejo;
Ella le enseñará a controlarse.
Dominarse es organizarse, tratar con lo que hemos recibido, con nuestros
dones, nuestras experiencias positivas o negativas… una vida que le
agrade a Dios; es ser enérgico y determinado cuando es necesario, pero
también dulce y humilde de corazón en otros momentos, es ser exigente
consigo mismo, paciente y bondadoso con los otros.
Y cuando, a lo largo de todo el día, haya buscado la presencia de María,
cuando haya vivido bajo su mirada tratando de parecerse a ella, podrá
decirle a Dios con alegría y una pizca de humor: “¡Señor yo he hecho lo
que he podido, haz Tú el resto!” El secreto de la santidad compatible
con una vida equilibrada y feliz, aunque el sufrimiento esté presente,
es la vida mariana, la vida en María.
|