Nadie como la Virgen dolorosa sintió la soledad.
La piedad cristiana titula precisamente
“La soledad de María Santísima”
-que veneramos el Sábado Santo-
a la situación de María después del entierro de su Hijo Jesús.
A lo largo de nuestra vida
seguramente nosotros también hemos experimentado
o experimentaremos la soledad,
ese espacio vacío, doloroso, a nuestro alrededor,
la incomprensión de parte de las personas que más queremos
En esas circunstancias,
no olvidemos que quien tiene a Dios nunca está solo.
“Quien a Dios tiene, nada le falta”,
decía Santa Teresa de Jesús.
María, Madre de Jesucristo y de la Iglesia,
condúcenos al Señor
y enséñanos a vivir la comunión con nuestros hermanos.
* P. Alfonso Milagro