María mansa y humilde



María Santísima, como Jesús, su hijo, fue mansa y humilde de corazón.

Su interior estuvo siempre en calma, aun en los momentos más atribulados.

Al pie de la cruz, como la imagen de la fortaleza más grande, se mantuvo firme, sin desmayar.

Acudamos a la Virgen, mansa y serena, buena, amable y bondadosa, sabiendo que seremos bien recibidos y escuchados.

María, Madre nuestra, a ti recurrimos confiados como hijos pequeños para recibir de tus manos la paz del corazón.


* P. Alfonso Milagro