Juzgar a los demás





Es muy común dividir la humanidad en dos grupos: l
os buenos y los malos.

Sería interesante que analizáramos en qué grupo nos incluimos, 
del mismo modo que instintivamente colocamos a los otros entre los malos.

Nos sentimos mejores de lo que somos 
y, por el contrario, juzgamos a los otros peores de lo que son;
 pensamos que los otros tienen que cambiar, 
mientras que nosotros no tenemos ni de qué, 
ni por qué cambiar.

Pero será bueno que te detengas a pensar: 
¿cómo sería el mundo si todos fueran como tú? 
Deberías analizarlo con toda sinceridad; 
no te des fácilmente el "certificado de buena conducta" 
siendo como eres tan rígido y exigente en dárselo a los que te rodean, 
no sea que Dios te invierta los papeles 
y te juzgue a tí con la exigencia 
con la que tú juzgas a los demás.

“No juzguen y no serán juzgados;
 con la misma medida con que midan serán medidos”: 
norma justísima establecida por Cristo para los suyos 

“Tú que pretendes ser juez de los demás 
-no importa quien seas- 
no tienes excusa, 
porque al juzgar a otros te condenas a ti mismo, 
ya que haces las mismas cosas que condenas
 (Rom 2,1). 

Nuestra vida aunque humana, Cristo ya divinizó;
 y con Él por todo el mundo vamos difundiendo amor.


* P. Alfonso Milagro