Si cuantos nos preciamos de amar a la Virgen
nos empeñáramos en imitarla,
ofreciendo al mundo la auténtica imagen de María,
la del Evangelio,
la haríamos atrayente
y contribuiríamos a acrecentar
su devoción entre los fieles cristianos.
A medida que vayamos comprendiendo
en toda su pureza la persona de María,
su presencia en el Nuevo Testamento
y en la Iglesia hoy,
iremos viviendo más a conciencia
la grandeza de nuestra vida cristiana.
Nuestra Señora de la luz,
enciende en nuestro caminar la antorcha de la fe.
* P. Alfonso Milagro