María Santísima fue la criatura que más amó a Dios;
lo amó con toda la intensidad de su Corazón;
su amor a Dios superó el amor de todos los ángeles y santos;
por eso María fue también la más amada por Dios.
Y es también la más amada de los hombres, sus hermanos;
nadie tan alabada y bendecida como ella;
nadie tan aclamada por los pueblos como ella;
nadie tan invocado, ni con tanta confianza como ella;
a nadie se le reza con tanta devoción como a ella.
El reconocimiento de los hombres
a la gran bienhechora de la humanidad.
Que en ese coro de alabanzas a María
no quede tu voz silenciosa,
ni suene disonante:
canta las glorias y al amor de María.
María, alégrate, porque eres llena de gracia y Dios está contigo.
Los hombres nos vamos a mirar unos a otros
en una perfecta visión si nos miramos en Cristo,
que ha de ser el punto de reunión de todas las miradas;
y para que esas miradas lleguen a Cristo más purificadas,
hagamos que pasen por el Corazón de María,
que es la fuente en la que todo se limpia
y todo se reviste de Dios,
la fragua en la que nos despojamos de nuestras miserias pecadoras
y adquirimos el fuego del amor a Dios.
Los Santos Padres afirmaron que la devoción a María
purifica y renueva el corazón a sus devotos.
María, ayúdanos a purificar nuestras miradas
para que podamos descubrirte presente en nuestra vida.
* P. Alfonso Milagro