Las raíces del problema- 3. Raíces metateológicas


a) Falta de conocimiento y comprensión recíprocos.
Por parte católica se simplifica o se deforma la verdad enseñando que los protestantes no veneran a María. En general, falta también comprensión ante su resistencia respecto a las formas de devoción mariana presentes en el catolicismo o en la ortodoxia. Incluso en teólogos serios se encuentran respuestas un tanto simplistas a la tesis de que la mariología y diversas formas de devoción mariana constituyen un obstáculo en el camino de la unificación. 

Piensan que esto es imposible, ya que María es la madre de la unidad, que está anhelando justamente la unidad de los cristianos. No se dan cuenta de que se trata de algo muy diverso, a saber: de que nuestra predicación sobre María y nuestra devoción a ella adoptan a veces, y hasta frecuentemente, formas que suscitan objeciones incluso justificadas y hacen difícil la unificación.

Por parte protestante, especialmente en los últimos años, han surgido varios expertos en mariología católica; pero, en general, es difícil observar en ellos una verdadera comprensión de la postura católica respecto a María. Ello obedece quizá a que los protestantes han adquirido las informaciones sobre la mariología católica de los mismos protestantes o de escritos de católicos maximalistas y no de teólogos católicos equilibrados; y, en consecuencia, valoran el culto mariano a la luz de sus manifestaciones menos logradas o inadecuadas.

b) La postura "anti"
El espíritu del ecumenismo y de la renovación cambia los ánimos muy lentamente y sólo superando infinitas dificultades
En el diálogo ecuménico participan pocos y desde hace poco tiempo. La actitud polémica por ambas partes no ha muerto. La orientación anticatólica entre los protestantes la perciben estos mismos. Según la opinión de F.J. Leenhardt, algunos protestantes se muestran más anticatólicos que protestantes: consideran como primer artículo de su credo el deber de oponerse a Roma, cuando ante todo hay que decir sí al evangelio, y solamente después decir no a la fe católica. 

W. Meyer comprueba con razón que la postura anti respecto al culto mariano tiene su raíz en la misma reforma, que se encontró ante la hipertrofia del culto mariano medieval, por lo cual hubo de orientarse en una dirección radicalmente opuesta. Si la cristiandad reformada ha adoptado respecto a María la actitud de un riguroso ayuno y de un silencio casi total, lo ha hecho en contra de la intención de los reformadores, los cuales conservaron algunas fiestas marianas, el rezo del avemaría, así como el nombre de María en el credo; solamente en un segundo período desapareció de las iglesias protestantes la veneración a la madre del Señor 8. Respecto a la violenta reacción de los protestantes ante la proclamación del dogma de la asunción, el pastor T. Grin indicó a sus hermanos de fe la inconveniencia de aquella crítica, que no respetaba las convicciones de otros hombres y se burlaba tanto de la fe católica como de sus defensores.

La historia de la iglesia es una historia de cismas, divisiones e injurias recíprocas. Los muros que se alzaban entre los hermanos en desacuerdo estaban construidos solamente en parte con elementos de doctrina; a ello contribuyeron de modo masivo las recíprocas incomprensiones, las aversiones, la falta de confianza, el orgullo y frecuentemente el odio. Han sido éstos factores capaces de levantar las barreras psicológicas, más difíciles de derribar que la diferente manera de afrontar la cuestión teológica.

c) "Usus-abusus":
El cielo desierto, el Dios solitario del protestantismo y la ascesis severa acerca del culto a los santos y a María fueron en el período de la reforma y siguen siéndolo aún en alguna medida una reacción contra las exageraciones que se habían introducido en este culto.

 Los reformadores abandonaron la práctica (usus) a causa de los abusos (abusus).
 Muchos teólogos admiten que podrían hablar de María de modo más positivo, pero los excesos de la mariología católica se lo impiden: maximalismo mariano que tiene demasiado poco en cuenta el principio de la exactitud teológica, dominio de una mariología del corazón sobre la de las fuentes teológicas objetivas, aislamiento de la mariología del amplio contexto teológico y autonomismo del tratado sobre María, contraposición de la misericordia de María con la justicia de Cristo, hipertrofia de especulaciones, demasiado relieve de la proximidad y semejanza de María con Cristo y reticencia de la distancia entre ellos afirmada en el evangelio, mercancía del culto mariano (y del de los santos)