Mariología y devoción mariana como problema ecuménico


I. Mariología y devoción mariana
como problema ecuménico


La mariología y el culto mariano constituyen, junto con el papado y los ministerios de la iglesia, las dificultades más importantes en el ca-mino de la unificación de la cristiandad. Este parecer es prácticamente común. La mariología católica es llamada también la rueda dentada que destruye la fe evangélica, e incluso constituiría una síntesis de todas las "herejías del catolicismo"'. Las divergencias entre la postura protestante y la católica frente a la madre del Señor son consideradas simplemente insuperables. Una dificultad particular se ve en la doctrina sobre la mediación de María.

K. Barth la enumera entre los problemas más difíciles en el diálogo entre protestantes y católicos. También W. von Lowenich la considera como punto principal del conflicto, y J. Daniélou descubre en ella el corazón mismo del problema ecuménico y el punto en que el espíritu católico y el protestante son más divergentes. [>Anglicanos; >Oriente cristiano; >Protestantes; >Reforma].

II. Las raíces del problema
1. RAÍCES METODOLÓGICO-TEOLÓGICAS
Tanto el catolicismo como la ortodoxia basan su mariología no solamente en la Escritura, sino también en la tradición, en la cual leen la palabra de Dios. Los teólogos católicos, especialmente antes del Vat II, admitían además algunos principios metodológicos (singularitatis, convenientiae, eminentiae, similitudinis cum Christo, recirculationis, solidarietatis), que no son conciliables con el principio de la sola Scriptura.

El catolicismo y la ortodoxia poseen una antropología fundamentalmente optimista, y han elaborado en consecuencia su propia visión de la relación del hombre con Dios, y viceversa. En esta visión, Dios ha superado en Jesucristo el abismo entre él y la criatura, ha hecho del hombre no sólo un objeto de su misericordia, sino también el compañero, un sujeto que obra en el plano de la salvación. 

Por lo tanto, el hombre puede ser cooperador de Dios (el problema de la cooperatio): ayudado por la gracia, puede merecer y hacer de intermediario llevando la salvación de Cristo a los demás. También la doctrina de la communio sanctorum se entiende de modo amplio: entre los que moran ya junto al Señor y los que todavía son peregrinos en la tierra subsiste un lazo vivo: los primeros ayudan a los otros, y éstos pueden dirigirse a ellos en la oración.

En cambio, la cristiandad evangélica --que posee una antropología más bien pesimista (dado el concepto de pecado original) y ha formulado los principios solus Christus, sola gratia y sola fides, ha llegado a la convicción de que existe una radical antinomia entre Dios y el hombre: Dios y el hombre son dos mundos diferentes; Dios permanece tan alto que la idea de una cooperación del hombre con él es sencillamente absurda e incompatible con el concepto mismo de Dios.

Barth lo ha expresado así: Dios puede poner la mano en el hombre; el hombre es un objeto que Dios tiene en sus manos; Dios es Dios, y el hombre es hombre, pecado sin gracia y muerte sin esperanza. 

El principio solus Christus o unus Mediator ha recibido una interpretación exclusivista e incluso antimariológica: María no ejerce ninguna función de mediadora, y se excluye que podamos dirigirnos a ella (y a los santos) con la oración y la invocación para obtener su intercesión