3. Mirada histórico-Dogmática sobre la relación María-Iglesia-Eucaristía


Echemos ahora una fugaz mirada histórico-dogmática a la profundización pneumática de la relación María-iglesia-eucaristía en la vida de la iglesia. Procederemos de modo sumamente sintético. Se afirma, en general, que los padres raramente explicitaron la relación existente entre María-iglesia-eucaristía. Sin embargo, no faltan alusiones que, partiendo de la relación María-iglesia, destacan la identidad existente entre el cuerpo físico de Jesús y su cuerpo eucarístico. Citemos, entre otros, el conocido texto del epitafio que el obispo Averió de Hierópolis dictó a la edad de setenta y dos años.

Después de haber emprendido un viaje a Roma por deseo de Marco Aurelio (161-180) para librar, se dice, del demonio a la hija misma del emperador, Lucila, durante la vuelta a su patria visitó el obispo Siria, Mesopotamia y Asia Menor, encontrando en todas partes fieles y hermanos en Cristo. Y Abercio prosigue así: "La fe en todas partes me guiaba y en todas partes me proporcionaba como alimento un pez de manantial, grandísimo, puro, que una casta virgen ha pescado y lo distribuía a los amigos para que se alimentaran de él perpetuamente. Ella posee un vino delicioso y lo da mezclado con el pan".

A este epitafio se le llama la reina de las inscripciones cristianas. En él se habla explícitamente, además del bautismo, también de la eucaristía, pues ichthýs (pez) es el conocido acróstico para designar a Jesucristo Hijo de Dios salvador. A propósito de la eucaristía se habla de una casta virgen que ha pescado tal pez y lo distribuye a los amigos de modo que puedan alimentarse de él perpetuamente. Esta virgen distribuye también el vino unido al pan. Los autores no están de acuerdo en la identificación de esta casta virgen. Algunos ven en ella a María; otros a la iglesia.

Esta alternativa, a nuestro entender, subraya aún más el estrecho lazo existente entre María y la iglesia y entre María, la iglesia y Cristo eucarístico, alimento de vida eterna. Para H. Crouzel, en todo caso, es más segura la identificación con María: María, madre del cuerpo de Cristo, es también madre de la eucaristía. María, como la iglesia da a los cristianos el Cristo eucarístico para su alimento espiritual.

Poco más tarde, Efrén sirio (306-373), en su lenguaje poético, evoca de modo profundo los lazos existentes entre María y la comunidad que celebra la eucaristía. En lugar de citar los textos, nos limitamos a resumir el pensamiento del autor al respecto. Para Efrén, no sólo la iglesia sino también María, nos da la eucaristía, en oposición al pan laborioso que nos dio Eva: "La iglesia nos ha dado el pan vivo, en lugar del ácimo que había ofrecido Egipto; María nos ha dado el pan que conforta en lugar del pan laborioso que nos dio Eva". María, además, es considerada como el tabernáculo donde habitó el Verbo hecho carne, símbolo de la habitación del Verbo en la eucaristía presente en la iglesia. El mismo cuerpo nacido de María ha nacido para hacerse eucaristía. Para Efrén, la eucaristía es el misterio del cuerpo de Cristo nacido de María y presente en la iglesia. María es madre del cuerpo de Cristo, que se convierte en sacramento de salvación.

He aquí cómo contempla María la eucaristía: "Sólo a mi me has mostrado tu hermosura en dos imágenes. En efecto, el pan te representa bien, lo mismo que el pensamiento; y habitas en el pan y en aquellos que lo comen. Y tu iglesia te ve visible e invisiblemente, así como te ve tu madre". Con el don del pan eucarístico de su Hijo, María se convierte en la verdadera madre de los vivientes. La eucaristía es un don materno. Pero la eucaristía consigue en cierto sentido alterar las relaciones naturales existentes entre María y su Hijo. Dice, en efecto, María: "¿Cómo te llamaré (...)? ¿Te llamaré hijo (...), hermano (...), esposo (...), maestro? ¡Oh tú, que engendras a tu madre con una nueva generación salida de las aguas! En efecto, soy tu hermana de la casa de David; él es padre de ambos. También soy tu madre porque te he llevado en mi seno; soy tu sierva e hija por la sangre y el agua, porque tú me has redimido y bautizado.

MARIA/TEMPLO/JESUS-SCD ENCARNACION/JESUS-SCD:
Otro elemento interesante que recorre toda la tradición patrística es la constatación de que en el seno de María fue donde Jesús se hizo sacerdote, tomando el cuerpo que luego había de ofrecer en sacrificio. Mediante la encarnación en el seno de María es como Jesús se convierte en sumo sacerdote, pudiendo así ofrecer su sacrificio al Padre. El patriarca Procio de Jerusalén (446) subraya con razón que María es el templo en el que Dios se ha hecho sacerdote y victima. Por eso toda celebración eucarística, que es el memorial del sacrificio de la cruz, hace referencia intrínseca y esencial a María, a su misteriosa fecundidad sacerdotal que nos ha merecido al verdadero y único sacerdote, el pan bajado del cielo, el vino de vida eterna, el sacrificio redentor de Cristo. En el seno de la Virgen está la fuente del sacerdocio de Cristo y de la iglesia.

MARIA /MADRE DE LA EUCARISTIA:
En el medievo, durante la controversia con Berengario (+ 1088) contra un simbolismo que corre el peligro de vaciar la realidad física de la encarnación y de la eucaristía, se recurre aún más a la función histórica de María, verdadera madre de Dios. Por lo cual, en la eucaristía se trata del verdadero cuerpo de Cristo, nacido de la virgen María: "Ave, verum corpus, natum de María virgine", dirá luego un famoso texto eucarístico del s. XIV. El recurso a la Virgen en la eucaristía es un test de verdad y de ortodoxia.


 El lazo entre María y la eucaristía es mediato, pero sustancial: el cuerpo eucarístico es el mismo cuerpo formado en el seno de la virgen madre. Por eso san Buenaventura llegará también a atribuir a la Virgen una cierta mediación eucarística: como el cuerpo físico de Cristo nos ha sido dado por manos de María, así de estas mismas manos debe ser recibido su cuerpo eucarístico. Gersón llama a María "madre de la eucaristía".

La iconografía medieval presenta con una cierta frecuencia, a partir del s. IX, la figura de una mujer a la derecha de Cristo en la cruz, que levanta una copa para recoger en ella la sangre del salvador, que brota de su costado herido. Se trata del nacimiento de la iglesia, salida del costado traspasado de Cristo, según la tipología patrística. Simboliza también la entrega a la iglesia de la economía sacramental, que encuentra su vértice en la eucaristía. 

A menudo a esta figura de la iglesia, acompañada de la figura de la sinagoga a la izquierda de Cristo, se añaden las figuras de María y de san Juan. Pero algunos siglos después sólo aparecen María y Juan a los pies de la cruz, y sólo la Virgen es la que alza la copa hacia Cristo. La iconografía ha terminado asimilando a María con la iglesia en su relación esencial a la eucaristía.

A partir del s. XVIl prevalece una cierta tensión a tal novedad, con perjuicio de la verdad en este sector. Podemos citar, como ejemplo, la extravagante doctrina de los que afirmaban que una porción de la carne de María se habría conservado en el cuerpo de Cristo, de modo que María con razón podría ser también adorada en el santísimo sacramento del altar. Pero, prescindiendo de estas exageraciones, no faltan intuiciones todavía hoy válidas. 

Aquí habría que mencionar la llamada mario-eclesiología eucarística de Olier. Resumimos todo ello haciendo referencia al pintor latinoamericano Miguel de Santiago (s. XVII), el cual creó en las iglesias barrocas de Quito, Ecuador, el tema de la "Inmaculada eucarística" La Virgen está representada con una túnica blanca y un manto azul. Sostiene en su corazón una custodia y mira hacia arriba, donde están representadas las tres personas divinas, unidas por un lazo esencial de amor. El significado de la representación es: la hija del Padre, la madre del Hijo y el templo del Espíritu nos ofrece en la iglesia a su HiJo eucarístico como alimento de las almas. Su inmaculada concepción es el ideal de la santidad exigida por el sacramento de la eucaristía.